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Por Karolina Szczerban
Pues ya quedó ya me dijeron que me aceptaron para ir a México. Tanta alegría, emociones, curiosidad y unas ideas de cómo va a estar todo por allí. Pues obviamente uno relaciona México antes de venir con lo más básico, como tequila, burros, tacos y los Aztecas.
Sin embargo, después de que llegué a Monterrey no vi a nadie montando en el burro, ni un muchacho con sombrero tomando tequila. Al contrario mis observaciones no tenían mucho que ver con lo que esperaba.
Para empezar Monterrey se parece más a lo qué es Beverly Hills que una ciudad tercermundista. Sin embargo mucho depende de la parte de la ciudad, pero lo curioso es que todo convive en la cercanía- las casas de cartón quedan a cinco minutos de San Pedro. Esas diferencias sociales son tan visibles por aquí que dan un choque enorme a nosotros – personas acostumbradas más que nada a la justicia e igualdad social tan proclamadas por la Unión Europea. Uno sigue impactado por la desigualdad cuando llega al E1 (estacionamiento del TEC) donde se siente como en un salón de BMW, Audi y Mercedes. Lo interesante es que al parecer los únicos impactados y sorpendidos son los extranjeros porque para los mexicanos de esta parte de la sociedad ese orden social de su país es algo natural y obvio.
Puede parecer que me estoy cejando por estar aquí pero la verdad no tiene nada que ver. Lo más bonito de México es la gente. Uno se enamora de los mexicanos y no puede hacer nada, se regresa a su país y pregunta, ¿por qué aqui es tan diferente? Aquí nunca hay ningún problema, siempre están tus amigos con quienes puedes contar en las buenas y en las malas aunque a veces tienes que esperar una o dos horas más de lo que esperabas. Al rato, al ratito y ahorita son las expresiones muy mexicanas, pero uno se acostumbra después de un tiempo y definitivamente aprende la paciencia que en México es un bien muy útil. Sin embargo, lo que también se aprende es que exsisten cosas más importantes que otras y a lo mejor el sistema de valores europeo no es el úniquo en el planeta y se podría vivr mucho más tranquilo si observamos cómo viven los mexicanos. Obviamente como mujer me siento como una princesa, porque como se trata aquí a las mujeres es algo increíble y muy especial.
Es muy difícil describir mis impresiones de Mexico, más que nada porque aquí existe mucho más que un solo México. De Monterrey a Chiapas no solo es mucha distancia en kilómetros sino también el largo camino social, étnico, económico y cultural. Por esos largos caminos que exsisten es muy difícil que todos los mexicanos se identifiquen con su país, que se sientan que forman una sociedad sólida y concentrada. Pero cuando uno viene de fuera, del extranjero “siente México en la piel” sea en Monterrey, Chihuaha, D.F. o Chipas y eso dice más de ese país que mil palabras.
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